Ford Fiesta 1.6 TDCi 90 CV
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Durante los dos últimos años, hemos asistido a una notable renovación en varios de los vehículos del segmento B o polivalentes. El primero que presentó las cartas sobre la mesa fue Peugeot en la primavera de 2006 con su 207, el sustituto del exitoso 206; muy poco tiempo después, le tocó el turno a Opel, que puso toda la carne en el asador con la nueva generación del Corsa; ya en 2008, han sido Seat y Ford los que se han visto obligados a presentar dos rivales de categoría para el modelo francés y el alemán.
La nueva generación del Seat Ibiza comenzó a venderse en el mercado español en mayo de este año. Las críticas han sido muy buenas, siendo el salto de calidad la opinión casi común. Ford no podía ser menos y a finales de septiembre empezará a vender la séptima generación del Fiesta. De este modelo hemos tenido el honor de subirnos a una de sus variantes: el Diesel 1.6 TDCi de 90 CV.
Configuración un tanto futurista del salpicadero del nuevo Fiesta.
La versión concreta que hemos podido conducir del motor 1.6 TDCi de 90 CV ha sido la de carrocería de cinco puertas en acabado Titanium. Antes de ponernos al volante, ya nos sorprendió su atractiva estética, con las características típicas del lenguaje de diseño Kinetic Design muy presentes en cada una de las partes de la carrocería. Estos toques provocativos del exterior se repiten en el interior. Nos llama poderosamente la atención la configuración de la consola central, con una peculiar forma en 'V' que, según los responsables de Ford, guarda semejanzas con las carátulas de algunos de los teléfonos móviles actuales. Si observamos el resto del salpicadero y del resto de componentes que forman el habitáculo, nos da la sensación de que estamos a bordo de un coche futurista; de hecho, parece que estuviéramos sentados en un concept car. El ajuste de los materiales supone un paso adelante respecto al anterior Fiesta, gracias en buena parte a la utilización de un nuevo plástico acolchado. Nuestro primer balance del interior es concluyente: mejora todo lo anterior.
Pero vayamos a lo realmente interesante: ¿cuál es el comportamiento del nuevo Fiesta? Antes de encender el motor de esta versión, el 1,6 litros TDCi de 90 CV, regulamos los espejos y nos damos cuenta de que la posición de los elevalunas eléctricos está algo más retrasada del lugar habitual, un pequeño inconveniente al que apenas prestamos atención. Ahora sí, llega el momento de arrancar el motor, y ¡sorpresa!, no encontramos la ranura de la llave. El nivel de acabado de este Fiesta, el Titanium>, incluye sistema de arranque sin llave, una característica más propia de coches de segmento superior, al igual que otra de las peculiaridades de este nivel de equipamiento, el volante forrado en cuero. Los asientos delanteros ofrecen una sujeción adecuada; el espacio disponible en las plazas traseras ha mejorado, pero muy levemente.
El motor Diesel 1.6 TDCi de 90 CV emite 110 g/km de C02; queda exento, por tanto, del pago del impuesto de matriculación.
Pisamos el embrague y apretamos el botón Power. Nos ponemos en marcha y vamos acumulando nuestros primeros kilómetros. La dirección nos da buenas sensaciones, es directa y precisa como en la anterior generación, pero en este caso, Ford incorpora por primera vez para uno de sus vehículos europeos la nueva dirección eléctrica EPAS (Electric Power Assist Steering) que sustituye a la clásica hidráulica. Este tipo de dirección es ligera y prácticamente con un nivel cero de resistencia cuando estamos haciendo una maniobra de aparcamiento, y se vuelve más firme cuando rodamos a velocidades medias-altas.
La mayor parte de nuestro recorrido transcurre a través de carreteras reviradas, un gran test para poner a prueba el aplomo y el comportamiento del Fiesta. Las irregularidades del terreno apenas se notan, ofreciendo un gran equilibrio entre confort y estabilidad. El esquema de suspensiones de esta nueva generación del Fiesta se mantiene, aunque con diversas modificaciones. Se recurre, por tanto, al esquema McPherson en el tren delantero y el torsional en el trasero (aunque éste cuenta con un diámetro un 28 por ciento superior). En el caso de la barra estabilizadora del tren delantero, ésta ha aumentado hasta los 22 mm, cuando en el Fiesta VI era de 19 mm. Por su parte, los reglajes y tarados de muelles, cojinetes y amortiguadores también han sido revisados. Respecto a los frenos, se utilizan los mismos que en el anterior Fiesta, es decir, unos discos ventilados de 258x23 mm en las ruedas delanteras y unos de tambor en las traseras.
Después de seguir acumulando kilómetros, nos percatamos de la apreciable mejora en el apartado del ruido aerodinámico y aislamiento sonoro del habitáculo, que se ha conseguido gracias al empleo de unas nuevas juntas para las puertas, un cristal encapsulado, mejoras en la carrocería para absorber mejor cualquier tipo de sonido, una mampara secundaria para reducir la sonoridad percibida en el interior y un material aislante más denso colocado bajo el capó.
En cuanto al motor, la versión probada monta el conocido propulsor TDCi Duratorq de 1,6 litros de cilindrada de 90 CV acoplado a una caja de cambios manual de cinco velocidades. Este propulsor junto al 1.4 TDCi ha recibido una serie de retoques técnicos que mejoran su eficiencia en términos de consumo de combustible y de nivel de emisiones. En concreto, ha habido modificaciones en la relación de compresión, en el software y en el sistema de inyección. De esta forma, este motor 1.6 TDCi, según datos oficiales, mejora en tres décimas el consumo medio de gasóleo (4,2 l/100 km frente a los 4,5 l/100 km del anterior 1.6 TDCi) y reduce las emisiones hasta los 110 g/km de CO2 (en el anterior 1.6 TDCi dichas emisiones de CO2 se situaban en 119 g/km). A estas mejoras de cifras ha contribuido también el menor peso del vehículo, alrededor de unos 40 kg. en la mayor parte de versiones del nuevo Ford Fiesta.
En nuestra toma de contacto, el ordenador de a bordo nos indicaba un gasto medio de entre 6,0 y 6,2 litros. Hay que tomar estos datos con cierta cautela, puesto que la mayor parte del recorrido transcurrió por carreteras reviradas y con cierta pendiente por lo que el manejo de la palanca de cambios era constante. Dicha cifra hubiera sido menor si hubiésemos realizado más kilómetros por autopistas o autovías. La entrega de fuerza de este motor la empezamos a notar desde bajos regímenes de revoluciones, a partir de 1.800 rpm. Desde esta cifra hasta las 3.000 rpm, este propulsor Diesel seguía mostrando su viveza.
Fuente: Autopistas